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viernes, 8 de junio de 2012

En Perú, los falsos mareros, pandilleros callejeros, hombres y mujeres se convierten en presa fácil de la delincuencia organizada ante la ausencia de legislación. La Policía ha desarticulado 43 bandas juveniles, hace lo que puede. ©Ivette Durán Calderón




Perú no es la excepción a la hora de hablar de violencia juvenil. Las falsas maras, son grupos de pandilleros callejeros cada vez más jóvenes cooptados por cabecillas que pretenden eludir la legislación penal y utilizan a los niños para cometer delitos de toda índole, bajo amenaza al principio y voluntariamente después.

El pandillaje callejero se expande por Sudamérica, la anomia juvenil es cada vez más manifiesta ante la ausencia de leyes que puedan regular esta inconducta social.

Se ha percibido cierta resignación al admitir su presencia y la ausencia de soluciones, lo cual es inadmisible para quienes creemos en la reinserción y en el apoyo oportuno y preciso. Todos los gobiernos tienen la obligación de tomar las previsiones correspondientes dentro de sus agendas de trabajo y respectivos planes de gobierno. Una de las prioridades de todo gobierno democrático es la estructuración de políticas de Estado claramente definidas para elaborar los Planes de Prevención y Alerta Temprana.

En Perú el estado de las temibles maras provenientes de algunos países centroamericanos por ahora es incipiente, ni siquiera embrionario.


Son pocos, pero muy malos; entre ellos están algunos pandilleros deportados de algún país en el cual aprendieron y vieron todo lo que la calle y la exclusión social enseña, inmigrantes que aprendieron a sobrevivir en medio de la violencia y el crimen. Surgen los imitadores, adolescentes desorientados que se hacen llamar “maras” sin conocer el verdadero alcance de su osadía.
De acuerdo al criterio de las autoridades pertinentes, hablar de ellos en los medios de comunicación es hacer apología tergiversada, es publicitar su actividad para enaltecerlos y fortalecer sus ilícitas agrupaciones, lo cual significa que la ciudadanía queda a expensas de sus fechorías pues no estaría alertada y prevenida para ejercer acciones de defensa y evitar circular por determinadas zonas y en determinadas horas.

Curiosamente, no se habla de una campaña de prevención para que los padres puedan ejercer un mayor control de las actividades de sus hijos y además percatarse de las amistades que frecuentan.

Si bien estos jóvenes pandilleros son fruto del desarraigo familiar producto de la emigración de sus padres, deportación, pobreza,, alcoholismo, drogadicción, violación, descuido, violencia intrafamiliar y  mal ejemplo de sus mayores, sucumben fácilmente ante la ingesta a edad temprana de alcohol y estupefacientes variopintos, también es cierto que su inserción social es posible, digo inserción pues la reinserción no cabe en ellos debido al ritmo de vida desordenado llevado desde temprana edad , por ese motivo no se debe hablar de reinserción, ellos nunca estuvieron verdaderamente insertos en la sociedad.

Las autoridades deben tomar medidas a la brevedad para revisar sus leyes y lograr que la impunidad de la edad desaparezca ante casos justificados.

Estos falsos mareros son una burda imitación de las mafias, crimen organizado y pandillaje violento, puesto que intentan organizarse sin tener idea de lo que realmente significa una organización de estas características.  Emulan estilos desconocidos para ellos, incluyendo el tatuado de sus cuerpos, en lugares inimaginables sin tener idea del significado de esos tatuajes. Han inventado ritos de iniciación o “bautizo” pelean y se disputan el liderazgo. Se han convertido en grafiteros circunstanciales para exteriorizar sus malos modales y dejar mensajes subliminales en sus pintadas y garabatos que simplemente deterioran el ornato público.

Si estos jóvenes son mayores de 16 años, pueden ser arrestados, pero no por más de ocho horas, al cabo de las cuales sus padres se responsabilizan y comprometen a ejercer mayor control sobre ellos, sa que lamentablemente no ocurre, no porque los padres no quieran, sino porque es cada vez más difícil ejercer control en hijos que no le temen a nada ni siquiera a la ley, porque ella no existe. ¿Y los que no tienen padres o tutores?, nadie dice nada al respecto.

Grupo aparte lo conforman los pandilleros con familia estable, es tal la comodidad en la que viven que buscan experiencias nuevas y peligrosas en la calle son hijos e hijas de padres con profesión académica o respetable oficio, recibieron educación y buen ejemplo. Hoy por hoy prescinden de los tatuajes y optan por borrarlos con técnicas láser y similares.

Está además comprobado que en Centroamérica los mareros cuentan en sus
filas con abogados, economistas, policías, militares y hasta médicos para prestarse auxilio en casos concretos. Asimismo, ya recurren al láser para borrar sus tatuajes y los nuevos miembros ya no se tatúan en partes visibles como cara, brazos y manos.

Coincido con aquellos que afirman que estamos frente a un delito que no tiene un bien jurídico propio, sino que el delito de asociación ilícita protege los bienes jurídicos que protegen los demás tipos penales de la parte especial, bastando su puesta en peligro de éstos, pero no descartándose la probable afectación de los mismos. La legislación peruana es clara al respecto (Artículo 140 inciso 3º del Código Civil, no podría existir legalmente una asociación con un ilícito).

A diferencia de otras legislaciones (cito como ejemplo la argentina que precisa de tres o más integrantes), el Código Penal peruano requiere para la consumación del delito de asociación para delinquir de una agrupación de dos o más personas cuya finalidad esencial sea cometer delitos. (Art. 317). Perú, no necesita sólo una ley que penalice el vandalismo, necesita ejercer un control judicial para encausar el camino de la niñez y juventud.

Los policías, y hasta los guardias municipales también se han sumado a esta resignación ya que no tienen leyes que hacer cumplir, la asociación ilícita mientras no exista comisión de delito, no es figura punible, y además los menores de edad son protegidos de manera especial sea cual fuere su conducta. La ciudadanía no sabe cómo reaccionar si no se penaliza la inconducta de los menores ni la asociación ilícita para pandillerismo.

Generalmente estas bandas criminales juveniles cooptan niños, adolescentes y jóvenes a partir de los 9 años hasta los 36.


El caso de la conducta femenina de las “señoritas” tal como se denomina a las muchachas jóvenes solteras, incluyendo niñas y adolescentes, tampoco les llama la atención, se ha vuelto parte de su rutina casi cronológica, ver que sean primero los varones quienes armen trifulcas dantescas seguidos por las mujeres cuyas edades oscilarían entre los 9 y 17 años de edad, niñas que tendrían que estar durmiendo en sus hogares para asistir a estudiar. ¿Dónde están los padres?

Ya se sabe de la conformación de pandillas femeninas también imitadoras, no dependen del liderazgo de un varón pues son ellas las líderes que además se enfrentan en un permanente duelo de poder y pertenencia a un determinado barrio o sector urbano.
Sobreviven al igual que los varones de la delincuencia callejera, son hábiles carteristas y muchas de ellas también se prostituyen manejadas por sus propios proxenetas.

Este problema, sin embargo, no es ajeno a las autoridades ni a la sociedad, así lo demuestran diariamente los medios de comunicación y las redes sociales. Los grupos detectados están integrados por menores de entre 12 y 17 años y cada vez son más jóvenes, se tienen registros de niños de 9 años de edad. Su elemento en común, además del delito, es el consumo de alcohol y droga.

La Mara Salvatrucha está considerada como una de las bandas de pandilleros más grandes y sanguinarias que opera en Centroamérica. Su origen se remonta a la década de 1980 cuando miles de jóvenes de El Salvador llegaron principalmente a la ciudad estadounidense de Los Ángeles huyendo de la guerra civil en ese país (1980-1992). Posteriormente, las constantes deportaciones hechas por Estados Unidos ocasionaron la implantación de la banda en El Salvador y otros países de la región. Si bien estos temibles mareros han sido expulsados luego de cumplir condena, la cárcel fue su escuela para ampliar sus horizontes criminales, ya que una vez deportados a sus respectivos países, hacen de las suyas y son nuevamente aprehendidos en cárceles que no dan abasto por el hacinamiento. Muchos de ellos, no encuentran en su país las oportunidades que su escasa formación les exige, por ello emigran a países vecinos a conformar células y asentarse en determinados sectores geográficos o barrios que consideran como suyos, como su territorio, repitiendo permanentemente “por mi barrio vivo, por mi barrio muero”.

Si bien el tema que nos ocupa es Perú, las pandillas están operando en diferentes puntos de la geografía latinoamericana. Por tal motivo, es menester marcar la siguiente diferenciación entre pandilleros folklóricos y pandilleros delincuenciales.

Lucio Ávila, cronista peruano define a las pandillas folklóricas de Puno, una de las principales ciudades peruanas, de esta manera: “La formalización como conjunto organizado de la Pandilla Puneña se atribuye Dn. Manongo Montesinos en un viernes de carnaval aproximadamente en 1907 y a la fecha perviven cada uno con historia, estilo y personalidad propia. En la ciudad de Puno sin pandilla puneña no hay carnavales y el viernes de carnaval en el cerro Huajsapata, se inicia la tradición con la alegría y belleza de las cholitas pandilleras vestidas con multicolores polleras, mantones de seda, sombrero tipo hongo, botines y sus trenzas largas; acompañados de sus cholos pandilleros vestidos con chaqueta negra, pantalón blanco o negro y el clásico sombrero negro o blanco, mantón de manila y serpentinas multicolores.”

Dentro del acervo vernacular del Perú, las pandillas peruanas como tal, son
agrupaciones carnavaleras, integradas generalmente por jóvenes de ambos sexos cuya finalidad es disfrazarse con indumentaria jocosa o festiva para bailar y divertirse durante las fiestas del carnaval.

Por tal motivo cuando hablamos de pandillerismo en Perú debemos marcar la diferencia para no estigmatizar ni dañar a inocentes.

El pandillero delincuencial es el aquel integrante de bandas organizadas o asociaciones ilícitas para cometer actos penados por la ley. Sin embargo, la distancia entre pandillero y delincuente es corta cuando no existe un control ciudadano, familiar, legal y policial.

El sociólogo peruano Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara al referirse a las pandillas peruanas, con gran acierto hace esta apreciación:
“El término pandilla suele tener connotaciones negativas, ya que su uso comúnmente se refiere para indicar a grupos, bandas o tribus urbanas que habitualmente realizan acciones violentas contra otras personas. Algunas formas de clasificar a una pandilla son las siguientes: pandillas culturales, cuyo fin es únicamente de "honor" y camaradería, y las pandillas industriales cuyos fines son por lo general ilícitos y van desde la violencia y el narcotráfico hasta el asesinato.
En el Perú las pandillas han logrado el nivel de pandillas callejeras y en menor escala existen pandillas de segunda generación que tienen un enfoque comercial centrado en las drogas con un liderazgo centralizado para la protección de sus mercados.
• Las pandillas callejeras tradicionalmente con una orientación territorial. Operan al grado menos elevado de la violencia extrema social, tienen un liderazgo flexible y enfocan su atención en la protección de su territorio y la lealtad pandillera dentro de su ambiente directo inmediato a menudo sólo unas cuadras o un barrio. • Las pandillas de segunda generación tienen un enfoque comercial. Son pequeños comerciantes y centrados en las drogas. Protegen sus mercados y emplean la violencia para controlar su competición. Tienen una agenda a veces política enfocada en el comercio y operan en áreas geográficas más amplias. • Las Pandillas transnacionales han evolucionado en cuanto a sus objetivos políticos. Son las más complejas y operan—o aspiran a operar—en el extremo global de espectro, empleando su sofisticación para ganar poder, riqueza e involucrarse en actividades de tipo mercenario.
Las pandillas de barrio: son las agrupaciones que se dedican exclusivamente al guerreo con pandillas aledañas a su zona o barrio para sentirse superiores.
Las pandillas de barras brava: es una de las más notorias por el fanatismo y la violencia que ejercitan, aparecen en los clásicos deportivos.
Las pandillas conformadas por escolares: son agrupaciones de alumnos de los principales colegios que se enfrentan, ocasionalmente.
Las pandillas de mujeres: la presencia femenina en el pandillaje es cada vez más notoria, tanto en el interior de la pandilla como en los espacios y actos. Su participación es múltiple: "guerrean" junto con los varones; auxilian a los heridos en los enfrentamientos a modo de "socorristas"; o actúan como "soplonas"; las que llevan y traen amenazas de mensaje, desafíos o burlas de grupo enfrentados; alertan de posibles ataques o "mandan al desvío".”

Por otra parte, psicoterapeuta Manuel Saravia, sostuvo que las pandillas son un mal social, cuyos integrantes lamentablemente están ligados al consumo de alucinógenos, drogas y licor, hecho que incrementa la violencia y la sensación de creerse los todopoderosos. Los jóvenes que integran pandillas están inmersos en una lucha de poderes, dominio territorial, incluso algunos grupos buscan crear un precedente de ferocidad para ser reconocidos como los más violentos, sanguinarios y crueles, lo cual los lleva a sentir el respeto de las demás agrupaciones, añadió Saravia. Pero eso no es lo más grave, pues los pandilleros han pasado de ser revoltosos y violentos para convertirse en delincuentes juveniles.

En Perú suman y siguen las muertes -la mayoría adolescentes entre 13 y 17 años- en manos de pandilleros.


En los últimos días una mujer joven de 19 años fue detenida acusada de
varios crímenes, ella se identificó como miembro de las maras salvatruchas peruanas. Ante esta respuesta, la policía de Perú se enteró que los lazos de las pandillas salvadoreñas habían llegado a este país. “Son mi verdadera familia, mis hermanos. Por eso, no puedo delatarlos”. Fue la respuesta de Candy del Pilar Díaz Montenegro, ‘Machona Candy’, tras confesar, además, que había “pasado por los 13 (segundos)” de una salvaje golpiza como parte del ritual para pertenecer a la banda ‘Los Maras Salvatruchas X3’ del Callao, al norte de Lima. Díaz fue detenida, acusada de liderar el grupo.
Se trata de una organización criminal –responsable de al menos cinco homicidios y a la que se le vincula con la extorsión, el narcotráfico y el cobro de cupos en obras del primer puerto– que imita los códigos y ritos de la sanguinaria pandilla salvadoreña.

La “Machona Candy” no es ninguna improvisada. Integra el grupo de ‘Maras’ del Callao hace ya varios años. Asumió el mando luego de que la Policía capturara a otros cuatro integrantes.

Por ahora son hechos aislados. De acuerdo a uno de los ritos de iniciación, el nuevo aspirante a marero debe asesinar a una persona para ser aceptado. Ganan mayor reputación si la víctima es un miembro de su familia. Esto fue lo que hizo Óscar Raúl Barrientos Quiroz (18), quien mató a balazos a su padre, Octavio Barrientos Quintana (50). Actualmente, el parricida se encuentra detenido.
"Machona Candy", es una joven estilista e hija de un abogado y de una enfermera, optó por otra fórmula: se sometió a toda clase de maltratos y golpes durante 13 segundos, según les manifestó a sus captores. “Para entrar a la pandilla tienen que asesinar. Yo no he matado a nadie. Yo pasé por los 13, los 13 golpes.”
También dijo que sus compañeros la obligaban a prostituirse. “Estoy arrepentida. Yo he estado con ellos, con cada uno de ellos”, afirmó. Igualmente, negó que los múltiples tatuajes que lleva en el cuerpo guarden relación con su participación en las maras.

Son imitadores, falsos mareros. Según el psicólogo social Federico Tong, hasta el momento no se ha comprobado la presencia de los verdaderos “Maras Salvatruchas” en Perú “No guardan ninguna relación con los grupos de Centroamérica. Al menos, no existe evidencia policial de esto”, refirió al diario limeño Perú21.

Sin embargo, mostró su preocupación de que haya grupos que quieran imitarlos. “Si las pandillas copian la organización y el modo de actuar de los ‘Maras’, entonces vamos a estar ante un escenario sumamente peligroso”, expresó. Asimismo, recomienda que la Policía efectúe trabajos de inteligencia para desarticular a estas organizaciones cuanto antes. “Se debe crear un grupo especial de agentes que le haga frente a este problema”.

También sugirió que las alcaldías trabajen en programas de recuperación de jóvenes que han ingresado a ese bajo mundo y que, además, realicen labores de prevención.

El común denominador, al igual de lo que se ve en las noticias policiales de otros países, se puede apreciar en los recientemente detenidos. La tipología es la misma, los gestos y actitudes posturales son similares, la cantidad de tatuajes con las palabras mara Salvatrucha en diversas partes de sus cuerpos son idénticas. El hablar y el gesticular con las manos, son los reconocidos en Centro América, Estados Unidos y ahora en Perú.

“Esta banda asume el rol o el nombre de mara Salvatrucha, para infundir temor, terror, en el resto de las bandas que pululan aquí en el Callao. Nosotros hemos encontrado una relación muy cercana, no una coordinación organizada, pero es la misma política, mismo modus operandi, los mismos modelos negativos. La mayoría de los integrantes son menores de edad y tienen cinco homicidios en su haber. Son sanguinarios, han sido intervenidos con armas de fuego y el resto de la pandilla ha sido identificada. La policía hace todos los esfuerzos para capturar al resto”, dijo un agente de la policía.

Las autoridades peruanas indicaron que, con la captura de las maras Salvatruchas, se suman 43 las organizaciones criminales desarticuladas en lo que va del 2012. Fuente: Carlos Chumás/fuente LIVDUCA  Dato que a al terminar de leer este artículo sin duda habrá variado.

Las pandillas criminales callejeras han evolucionado hasta el punto de crear amenaza a la seguridad pública y privada tanto en vecindarios, áreas metropolitanas, naciones y en las zonas fronterizas. Mientras que las pandillas callejeras son generalmente vistas como preocupaciones criminales menores con grados variantes de sofisticación y alcance, algunas pandillas han evolucionado o se han transformado en entidades potencialmente más peligrosas. En muchas ciudades alrededor del mundo, especialmente en las zonas pobres carentes de leyes y con gobiernos débiles, la inseguridad e inestabilidad dominan a los grupos armados organizados: las maras, gangas o pandillas son las que reinan.

Un reciente reporte refleja a 700 pandillas en el Perú, y aproximadamente 30.000 pandilleros entre las edades de 7 a 36 años. Se ha establecido que el distrito de San Borja (barrio residencial) registra una fuerte presencia de pandillas. La contraparte es el distrito de Comas, en el cono norte, donde existen 40 pandillas.
Las pandillas aparecieron de manera incipiente, hace 20 años en territorio peruano, actualmente se estima en alrededor de 700 pandillas en Lima (Los Olivos 34 pandillas, San Juan de Lurigancho 54 pandillas, Chorrillos 85 pandillas, Villa María del Triunfo 50 pandillas, San Juan de Lurigancho 45 pandillas, ellos son los distritos con mayor concentración de pandilleros) existen núcleos pandilleriles aislados en zonas periféricas, asimismo, circulan aproximadamente 15.000 pandilleros entre las edad de 9 a 36 años, tan solo entre Lima y Callao. Son menores de edad, cada vez más jóvenes para eludir la penalización de sus delitos. Hoy son cooptados también a través de Internet, las redes sociales como facebook twitter, tuenty, skipe, you tube, Instagram, Tik Tok, etc. Una de sus principales formas de comunicación es el whastsapp.

En lo que va del año, la policía peruana logró desarticular 43 pandillas juveniles. Hay que admitir que las bandas delictivas han desbordado el control policial; estos grupos cuentan con armas, explosivos, vehículos y se valen de una serie de argucias para burlar a la justicia. Las fuerzas del orden padecen de grandes deficiencias en infraestructura, equipamiento y capacidad de operación. Nadie puede hacerse a un lado porque la delincuencia nos acecha a todos y hay que apoyar a las fuerzas de seguridad por la labor que realiza en contra de la inseguridad ciudadana. Si bien son los directos responsables de elaborar un plan de protección al ciudadano, que integre la participación de todos quienes habitan las ciudades, no deben descuidarse la zona central ni los barrios periféricos con la responsabilidad bien delineada y compartida para prevenir la inseguridad ciudadana que está aterrorizando al país. Al terminar de leer este artículo, se habrán creado más pandillas y se habrán desarticulado total o parcialmente otras tantas.

Corresponde a las autoridades tomar cartas en el asunto para evitar la proliferación y fortalecimiento de este flagelo que amenaza a Perú y a países aledaños. No echemos la culpa a la pobreza, abandono, descuido etc., preguntémonos ¿por qué a estos menores de edad les resulta tan fácil obtener drogas y armas tanto de fuego como punzocortantes? Imitadores o no, su presencia se siente y se expande.

* Ivette Durán Calderón
*Jurista, escritora e investigadora jurídico social; autora de “Maras, pandillas, bandas y tribus urbanas, la otra cara de la juventud violenta”, “El rol de la mujer dentro de las pandillas y delincuencia organizada” y “Cuando el crimen lo organizan ellas”


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