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jueves, 25 de septiembre de 2008

Ivette Duran Calderon - Respeto al Honor

Respeto al Honor


El hombre es por antonomasia un ser social, que puede y debe vivir en sociedad, y para ello ha establecido normas, que se han ido mejorando con el transcurrir del tiempo y con el progreso mismo de la humanidad.

Basándonos en las enseñanzas del filosofo Felicien Challaye consideramos importante entender que para vivir en paz y buscar la felicidad, es necesario ser tolerantes con los errores ajenos, practicar la solidaridad y justicia como un ideal importante del esfuerzo humano. El sentimiento que nos lleva a no perjudicar a otro, es el de la justicia.

Al sentimiento que nos impulsa a hacer bien a los demás se le puede llamar caridad, entendiéndose por tal, el amor a los otros hombres sin que intervenga el amor de Dios. De ordinario los deberes del hombre para con la humanidad se dividen en deberes de justicia y, deberes de caridad.

Los deberes de justicia son comúnmente negativos; consisten en abstenerse antes que en obrar y se expresan por medio de negaciones: No matar, No robar, No hacer el mal, No mentir.

De hecho, la justicia es el respeto al derecho o a los derechos del otro. Asimismo, la justicia ha sido definida como el sentimiento que nos impulsa a no hacer daño a los demás, siendo precisamente justos.

EL vocablo es aplicable a los hombres y a las sociedades. El hombre justo procura no hacer a los otros lo que a él no quisiera que otros le hiciesen. Una sociedad justa es una sociedad en que los derechos de todos son igualmente respetados.

De un modo general, los deberes de justicia consisten en respetar la vida de los demás, su libertad, su facultad de pensar libremente, su propiedad, su honor, los contratos suscritos y las promesas hechas.

El hombre debe respetar los derechos de los demás. Es verdad que nuestro honor salvaguardado dentro de nosotros mismos, se hallará libre de todo ataque exterior, y además, es injusto privar a los demás del beneficio de la buena reputación motivados por intereses mezquinos, sean éstos políticos o simplemente personales. En este aspecto se condenan la injuria y el ultraje; la maledicencia que da a conocer malvadamente las intimidades y faltas de otro; la delación que denuncia secretamente la comisión de faltas que las autoridades pueden castigar; la calumnia que une la maldad con la mentira y puede llegar a ocasionar estragos en las familias y en las naciones; en suma, son censurables todos los actos que dañan el honor.

La calumnia y el daño al honor son temas ancestrales y tan antiguos como la humanidad, son el arma favorita de los traidores, de los gratuitos detractores, de los envidiosos. Con demasiada frecuencia se comete el error de decir: “no hay humo sin fuego”. Y los difamadores pérfidos aprovechan este estado de espíritu al repetir esta frase: “calumnia, calumnia que algo queda”.

Dañar el honor es la sempiterna agresión rastrera y furtiva de quienes son incapaces de enfrentar a sus enemigos de frente y sin temor a las consecuencias. Recordemos que la calumnia y sus consecuencias son el tema central de la obra clásica “Otelo” de William Shakespeare.

Sin embargo, es preciso aclarar que si se presenta un caso de verdadero interés nacional y humano como ser la falta de honradez de ciertos hombres públicos y la denuncia va acompañada de pruebas y se aceptan las responsabilidades consecuentes, el cumplimiento de este deber constituye un acto tanto más meritorio, cuanto mayores son los riesgos de los que va acompañado.

Entonces, ¿Cómo comportarnos con quien nos ha hecho daño o nos ha ofendido? La moral religiosa de Cristo y de Buda nos dicen que: “hay que ser indulgente y perdonar”. Idea aceptable, sin embargo, no confundamos el perdonar, con nuestro deber de “defender nuestros derechos y nuestro honor” cuando estos son violados, vejados y vilipendiados.

El pensamiento del célebre Confucio parecer ser menos idealista y de sabiduría más humana y realista: “Hay que devolver bien por bien y, justicia por injusticia” acotando su magnánima sentencia: “deseo larga vida a mis enemigos…para que contemplen mis éxitos”.

El Chissssme…Una contribución a la obra del diablo


Hay quienes dicen que las palabras no matan. Pero no es cierto. Los chismes como una serpiente venenosa, ¡¡¡pueden se mortales!!!

Ivette Durán Calderón

La nuestra, es una sociedad de violencia flagrante, Los hombres bajo la influencia del chisme hieren, lastiman y matan a sus prójimos impunemente.

¿Y usted qué dice? ¿lastima a su prójimo? ¿le gusta hablar de los demás?

¿Qué absurdo!, pensarán muchos. Yo jamás haría tal cosa. Pero sin embargo, millones de personas que aparentemente no matarían ni una mosca causan el mayor daño y aún la muerte a su propio prójimo todos los días. Su instrumento de violencia no es un afilado cuchillo, ni un revólver o ningún pote de veneno: no, ¡ES SU LENGUA!

¿Qué es el chisme?

El chisme es una acusación infundada, insubsistente, discrecional. Declara que alguien ha obrado mal. A la gente le gusta hablar de los males o de las acciones malas supuestamente cometidas por los demás. Seguramente ha escuchado usted un diálogo como el siguiente: -¿supiste lo que hizo fulano? no; cuéntame.”Pues aquí entre los dos te digo que…” pero por favor no se lo digas a nadie”-

El chisme es, según la Real Academia de la Lengua Española: m. Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna.

Generalmente el chisme es una calumnia contra el prójimo. Destruye el buen nombre o el carácter que tiene, lo denigra. Los chismes son palabras indiscretas, quienes dicen todo lo que les viene en mente propagan chismes, no reflexionan antes de hablar. No valoran el peso de las palabras que van a pronunciar, ni el efecto que puedan causar sobre los demás. “El chismoso o la chismosa, aparta a los mejores amigos”. En conclusión el chisme es cualquier tipo de comunicación que hiere a otros.

¿Por qué hay adictos al chisme?

La gente que propaga chismes por diversos motivos, todos estos motivos son virulentos, por ejemplo, los que se creen poca cosa suelen chismear para rebajar a los demás a su propio nivel. Así satisfacen su egolatría a expensas del prójimo. Por lo general el chismoso tiene una sensación de ser más, de ser alguien, pero pronto vuelve a sentirse menos que antes, ansía volver a chismear para recobrar aquella agradable sensación, pero ese momento sólo es pasajero y conduce nuevamente al sentimiento de inferioridad ¿y ahí surge un nuevo adicto al chisme!

Hay quienes se aficionan al chisme como otros se aficionan a los estupefacientes. La frustración produce otro manantial de chismosos. El ocio genera chismes, las personas que no mueven las manos suelen mover la lengua. El chismoso es conocido de forma inmediata, porque antes de hablar bien de los demás, le saca los defectos y siempre se ampara pidiendo el favor de que su información no sea comentada con nadie.

¿Cómo evitar los chismes?

Lo principal para evitar la propagación de un chisme es cortar de raíz la conversación, negándose a escuchar, diciéndole al chismoso con la mayor diplomacia posible que ese tema no le interesa y que prefiere no hablar de ello. Si uno se muestra firme, el chismoso entenderá y así se detiene la propagación del chisme y el posible daño.

Así como se necesitan dos personas para amar, también se necesitan dos personas para malquistar, uno que hable y otro que escuche. Los chismes cesarían de inmediato, si todo el mundo se negara a oírlos. Chismoso en soliloquio, desaparece.

En nuestro entorno, aunque traten de pasar desapercibidos, hay muchos, ¡¡Cuidado con ellos!! porque el chisme es la serpiente que a todos envenena:

- Derroca gobiernos

- Destruye matrimonios

- Socava relaciones

- Mancilla el buen nombre;

- Causa dolor, pesadilla, indigestión, estrés, ansiedad, insomnio, genera suspicacia, ansiedad, desconfianza y llanto entre personas inocentes.

Chismes en el trabajo, chismes en las fiestas, chismes en la casa, dan origen a dolores de cabeza y a titulares amarillistas en la prensa. Antes de repetir un chisme preguntemos: ¿Es verdad? ¿Es justo? ¿Es necesario? ¿Será posible? Si no lo es callemos, guardemos silencio, sepultemos esa malintencionada acción.


Negarse a escuchar. Arrepentirse de divulgar chismes no basta; ¡tenemos que dejar de escuchar!

Antes de poner tu lengua en funcionamiento, pon tu mente en movimiento.