Perú no es la excepción a la
hora de hablar de violencia juvenil. Las falsas maras, son grupos de
pandilleros callejeros cada vez más jóvenes cooptados por cabecillas que
pretenden eludir la legislación penal y utilizan a los niños para cometer
delitos de toda índole, bajo amenaza al principio y voluntariamente después.
El pandillaje callejero se
expande por Sudamérica, la anomia juvenil es cada vez más manifiesta ante la
ausencia de leyes que puedan regular esta inconducta social.
Se ha percibido cierta
resignación al admitir su presencia y la ausencia de soluciones, lo cual es
inadmisible para quienes creemos en la reinserción y en el apoyo oportuno y
preciso. Todos los gobiernos tienen la obligación de tomar las previsiones correspondientes
dentro de sus agendas de trabajo y respectivos planes de gobierno. Una de las
prioridades de todo gobierno democrático es la estructuración de políticas de
Estado claramente definidas para elaborar los Planes de Prevención y Alerta
Temprana.
En Perú el estado de las
temibles maras provenientes de algunos países centroamericanos por ahora es
incipiente, ni siquiera embrionario.
Son pocos, pero muy malos;
entre ellos están algunos pandilleros deportados de algún país en el cual
aprendieron y vieron todo lo que la calle y la exclusión social enseña,
inmigrantes que aprendieron a sobrevivir en medio de la violencia y el crimen.
Surgen los imitadores, adolescentes desorientados que se hacen llamar “maras”
sin conocer el verdadero alcance de su osadía.
De acuerdo al criterio de las
autoridades pertinentes, hablar de ellos en los medios de comunicación es hacer
apología tergiversada, es publicitar su actividad para enaltecerlos y
fortalecer sus ilícitas agrupaciones, lo cual significa que la ciudadanía queda
a expensas de sus fechorías pues no estaría alertada y prevenida para ejercer
acciones de defensa y evitar circular por determinadas zonas y en determinadas
horas.
Curiosamente, no se habla de
una campaña de prevención para que los padres puedan ejercer un mayor control
de las actividades de sus hijos y además percatarse de las amistades que
frecuentan.
Si bien estos jóvenes
pandilleros son fruto del desarraigo familiar producto de la emigración de sus
padres, deportación, pobreza,, alcoholismo, drogadicción, violación, descuido,
violencia intrafamiliar y mal ejemplo de sus mayores, sucumben fácilmente
ante la ingesta a edad temprana de alcohol y estupefacientes variopintos,
también es cierto que su inserción social es posible, digo inserción pues la
reinserción no cabe en ellos debido al ritmo de vida desordenado llevado desde
temprana edad , por ese motivo no se debe hablar de reinserción, ellos nunca
estuvieron verdaderamente insertos en la sociedad.
Las autoridades deben tomar
medidas a la brevedad para revisar sus leyes y lograr que la impunidad de la
edad desaparezca ante casos justificados.
Estos falsos mareros son una
burda imitación de las mafias, crimen organizado y pandillaje violento, puesto
que intentan organizarse sin tener idea de lo que realmente significa una
organización de estas características. Emulan estilos desconocidos para ellos, incluyendo el tatuado de sus cuerpos, en lugares inimaginables sin tener idea del significado de esos tatuajes. Han inventado ritos de iniciación o
“bautizo” pelean y se disputan el liderazgo. Se han convertido en grafiteros
circunstanciales para exteriorizar sus malos modales y dejar mensajes
subliminales en sus pintadas y garabatos que simplemente deterioran el ornato
público.
Si estos jóvenes son mayores
de 16 años, pueden ser arrestados, pero no por más de ocho horas, al cabo de
las cuales sus padres se responsabilizan y comprometen a ejercer mayor control
sobre ellos, sa que lamentablemente no ocurre, no porque los padres no quieran,
sino porque es cada vez más difícil ejercer control en hijos que no le temen a
nada ni siquiera a la ley, porque ella no existe. ¿Y los que no tienen padres o
tutores?, nadie dice nada al respecto.
Grupo aparte lo conforman los
pandilleros con familia estable, es tal la comodidad en la que viven que buscan
experiencias nuevas y peligrosas en la calle son hijos e hijas de padres con
profesión académica o respetable oficio, recibieron educación y buen ejemplo. Hoy por hoy prescinden de los tatuajes y optan por borrarlos con técnicas láser y similares.
Está además comprobado que en
Centroamérica los mareros cuentan en sus
filas con abogados, economistas, policías,
militares y hasta médicos para prestarse auxilio en casos concretos. Asimismo,
ya recurren al láser para borrar sus tatuajes y los nuevos miembros ya no se
tatúan en partes visibles como cara, brazos y manos.
Coincido con aquellos que
afirman que estamos frente a un delito que no tiene un bien jurídico propio,
sino que el delito de asociación ilícita protege los bienes jurídicos que
protegen los demás tipos penales de la parte especial, bastando su puesta en peligro
de éstos, pero no descartándose la probable afectación de los mismos. La
legislación peruana es clara al respecto (Artículo 140 inciso 3º del
Código Civil, no podría existir legalmente una asociación con un ilícito).
A diferencia de otras
legislaciones (cito como ejemplo la argentina que precisa de tres o más
integrantes), el Código Penal peruano requiere para la consumación del delito
de asociación para delinquir de una agrupación de dos o más personas cuya
finalidad esencial sea cometer delitos. (Art. 317). Perú, no necesita sólo
una ley que penalice el vandalismo, necesita ejercer un control judicial para
encausar el camino de la niñez y juventud.
Los policías, y hasta los
guardias municipales también se han sumado a esta resignación ya que no tienen
leyes que hacer cumplir, la asociación ilícita mientras no exista comisión de
delito, no es figura punible, y además los menores de edad son protegidos de
manera especial sea cual fuere su conducta. La ciudadanía no sabe cómo
reaccionar si no se penaliza la inconducta de los menores ni la asociación
ilícita para pandillerismo.
Generalmente estas bandas
criminales juveniles cooptan niños, adolescentes y jóvenes a partir de los 9
años hasta los 36.
El caso de la conducta
femenina de las “señoritas” tal como se denomina a las muchachas jóvenes
solteras, incluyendo niñas y adolescentes, tampoco les llama la atención, se ha
vuelto parte de su rutina casi cronológica, ver que sean primero los varones
quienes armen trifulcas dantescas seguidos por las mujeres cuyas edades
oscilarían entre los 9 y 17 años de edad, niñas que tendrían que estar
durmiendo en sus hogares para asistir a estudiar. ¿Dónde están los padres?
Ya se sabe de la conformación
de pandillas femeninas también imitadoras, no dependen del liderazgo de un
varón pues son ellas las líderes que además se enfrentan en un permanente duelo
de poder y pertenencia a un determinado barrio o sector urbano.
Sobreviven al igual que los
varones de la delincuencia callejera, son hábiles carteristas y muchas de ellas
también se prostituyen manejadas por sus propios proxenetas.
Este problema, sin embargo, no
es ajeno a las autoridades ni a la sociedad, así lo demuestran diariamente los
medios de comunicación y las redes sociales. Los grupos detectados están
integrados por menores de entre 12 y 17 años y cada vez son más jóvenes, se
tienen registros de niños de 9 años de edad. Su elemento en común, además del
delito, es el consumo de alcohol y droga.
La Mara Salvatrucha está
considerada como una de las bandas de pandilleros más grandes y sanguinarias
que opera en Centroamérica. Su origen se remonta a la década de 1980
cuando miles de jóvenes de El Salvador llegaron principalmente a la ciudad
estadounidense de Los Ángeles huyendo de la guerra civil en ese país
(1980-1992). Posteriormente, las constantes deportaciones hechas por
Estados Unidos ocasionaron la implantación de la banda en El Salvador y otros
países de la región. Si bien estos temibles mareros han sido expulsados luego
de cumplir condena, la cárcel fue su escuela para ampliar sus horizontes
criminales, ya que una vez deportados a sus respectivos países, hacen de las
suyas y son nuevamente aprehendidos en cárceles que no dan abasto por el
hacinamiento. Muchos de ellos, no encuentran en su país las oportunidades que
su escasa formación les exige, por ello emigran a países vecinos a conformar
células y asentarse en determinados sectores geográficos o barrios que consideran
como suyos, como su territorio, repitiendo permanentemente “por mi barrio vivo,
por mi barrio muero”.
Si bien el tema que nos ocupa
es Perú, las pandillas están operando en diferentes puntos de la geografía
latinoamericana. Por tal motivo, es menester marcar la siguiente
diferenciación entre pandilleros folklóricos y pandilleros delincuenciales.
Lucio Ávila, cronista peruano
define a las pandillas folklóricas de Puno, una de las principales ciudades
peruanas, de esta manera: “La formalización como conjunto organizado de la
Pandilla Puneña se atribuye Dn. Manongo Montesinos en un viernes de carnaval
aproximadamente en 1907 y a la fecha perviven cada uno con historia, estilo y
personalidad propia. En la ciudad de Puno sin pandilla puneña no hay carnavales
y el viernes de carnaval en el cerro Huajsapata, se inicia la tradición con la
alegría y belleza de las cholitas pandilleras vestidas con multicolores
polleras, mantones de seda, sombrero tipo hongo, botines y sus trenzas largas;
acompañados de sus cholos pandilleros vestidos con chaqueta negra, pantalón
blanco o negro y el clásico sombrero negro o blanco, mantón de manila y
serpentinas multicolores.”
Dentro del acervo vernacular
del Perú, las pandillas peruanas como tal, son
agrupaciones carnavaleras, integradas generalmente por
jóvenes de ambos sexos cuya finalidad es disfrazarse con indumentaria jocosa o
festiva para bailar y divertirse durante las fiestas del carnaval.
Por tal motivo cuando hablamos
de pandillerismo en Perú debemos marcar la diferencia para no estigmatizar ni
dañar a inocentes.
El pandillero delincuencial es
el aquel integrante de bandas organizadas o asociaciones ilícitas para cometer
actos penados por la ley. Sin embargo, la distancia entre pandillero y
delincuente es corta cuando no existe un control ciudadano, familiar, legal y
policial.
El sociólogo peruano Jorge
Yeshayahu Gonzales-Lara al referirse a las pandillas peruanas, con
gran acierto hace esta apreciación:
“El término pandilla suele
tener connotaciones negativas, ya que su uso comúnmente se refiere para indicar
a grupos, bandas o tribus urbanas que habitualmente realizan acciones violentas
contra otras personas. Algunas formas de clasificar a una pandilla son las
siguientes: pandillas culturales, cuyo fin es únicamente de "honor" y
camaradería, y las pandillas industriales cuyos fines son por lo general
ilícitos y van desde la violencia y el narcotráfico hasta el asesinato.
En el Perú las pandillas han
logrado el nivel de pandillas callejeras y en menor escala existen pandillas de
segunda generación que tienen un enfoque comercial centrado en las drogas con
un liderazgo centralizado para la protección de sus mercados.
• Las pandillas callejeras
tradicionalmente con una orientación territorial. Operan al grado menos elevado
de la violencia extrema social, tienen un liderazgo flexible y enfocan su
atención en la protección de su territorio y la lealtad pandillera dentro de su
ambiente directo inmediato a menudo sólo unas cuadras o un barrio. • Las
pandillas de segunda generación tienen un enfoque comercial. Son pequeños
comerciantes y centrados en las drogas. Protegen sus mercados y emplean la
violencia para controlar su competición. Tienen una agenda a veces política
enfocada en el comercio y operan en áreas geográficas más amplias. • Las
Pandillas transnacionales han evolucionado en cuanto a sus objetivos políticos.
Son las más complejas y operan—o aspiran a operar—en el extremo global de espectro,
empleando su sofisticación para ganar poder, riqueza e involucrarse en
actividades de tipo mercenario.
Las pandillas de barrio: son
las agrupaciones que se dedican exclusivamente al guerreo con pandillas
aledañas a su zona o barrio para sentirse superiores.
Las pandillas de barras brava:
es una de las más notorias por el fanatismo y la violencia que ejercitan,
aparecen en los clásicos deportivos.
Las pandillas conformadas por
escolares: son agrupaciones de alumnos de los principales colegios que se enfrentan,
ocasionalmente.
Las pandillas de mujeres: la
presencia femenina en el pandillaje es cada vez más notoria, tanto en el
interior de la pandilla como en los espacios y actos. Su participación es
múltiple: "guerrean" junto con los varones; auxilian a los heridos en
los enfrentamientos a modo de "socorristas"; o actúan como
"soplonas"; las que llevan y traen amenazas de mensaje, desafíos o
burlas de grupo enfrentados; alertan de posibles ataques o "mandan al
desvío".”
Por otra parte,
psicoterapeuta Manuel Saravia, sostuvo que las pandillas son un mal
social, cuyos integrantes lamentablemente están ligados al consumo de
alucinógenos, drogas y licor, hecho que incrementa la violencia y la sensación
de creerse los todopoderosos. Los jóvenes que integran pandillas están inmersos
en una lucha de poderes, dominio territorial, incluso algunos grupos buscan
crear un precedente de ferocidad para ser reconocidos como los más violentos,
sanguinarios y crueles, lo cual los lleva a sentir el respeto de las demás
agrupaciones, añadió Saravia. Pero eso no es lo más grave, pues los pandilleros
han pasado de ser revoltosos y violentos para convertirse en delincuentes
juveniles.
En Perú suman y siguen las
muertes -la mayoría adolescentes entre 13 y 17 años- en manos de pandilleros.
En los últimos días una mujer
joven de 19 años fue detenida acusada de
varios crímenes, ella se
identificó como miembro de las maras salvatruchas peruanas. Ante esta
respuesta, la policía de Perú se enteró que los lazos de las pandillas
salvadoreñas habían llegado a este país. “Son mi verdadera familia, mis
hermanos. Por eso, no puedo delatarlos”. Fue la respuesta de Candy del Pilar
Díaz Montenegro, ‘Machona Candy’, tras confesar, además, que había “pasado por
los 13 (segundos)” de una salvaje golpiza como parte del ritual para pertenecer
a la banda ‘Los Maras Salvatruchas X3’ del Callao, al norte de Lima. Díaz fue
detenida, acusada de liderar el grupo.
Se trata de una organización
criminal –responsable de al menos cinco homicidios y a la que se le vincula con
la extorsión, el narcotráfico y el cobro de cupos en obras del primer puerto–
que imita los códigos y ritos de la sanguinaria pandilla salvadoreña.
La “Machona Candy” no es
ninguna improvisada. Integra el grupo de ‘Maras’ del Callao hace ya varios
años. Asumió el mando luego de que la Policía capturara a otros cuatro
integrantes.
Por ahora son hechos aislados.
De acuerdo a uno de los ritos de iniciación, el nuevo aspirante a marero debe
asesinar a una persona para ser aceptado. Ganan mayor reputación si la víctima
es un miembro de su familia. Esto fue lo que hizo Óscar Raúl Barrientos Quiroz
(18), quien mató a balazos a su padre, Octavio Barrientos Quintana (50).
Actualmente, el parricida se encuentra detenido.
"Machona Candy", es una joven
estilista e hija de un abogado y de una enfermera, optó por otra fórmula: se
sometió a toda clase de maltratos y golpes durante 13 segundos, según les
manifestó a sus captores. “Para entrar a la pandilla tienen que asesinar. Yo no
he matado a nadie. Yo pasé por los 13, los 13 golpes.”
También dijo que sus
compañeros la obligaban a prostituirse. “Estoy arrepentida. Yo he estado con
ellos, con cada uno de ellos”, afirmó. Igualmente, negó que los múltiples
tatuajes que lleva en el cuerpo guarden relación con su participación en las
maras.
Son imitadores, falsos
mareros. Según el psicólogo social Federico Tong, hasta el momento no se ha
comprobado la presencia de los verdaderos “Maras Salvatruchas” en Perú “No
guardan ninguna relación con los grupos de Centroamérica. Al menos, no existe
evidencia policial de esto”, refirió al diario limeño Perú21.
Sin embargo, mostró su
preocupación de que haya grupos que quieran imitarlos. “Si las pandillas copian
la organización y el modo de actuar de los ‘Maras’, entonces vamos a estar ante
un escenario sumamente peligroso”, expresó. Asimismo, recomienda que la Policía
efectúe trabajos de inteligencia para desarticular a estas organizaciones
cuanto antes. “Se debe crear un grupo especial de agentes que le haga frente a
este problema”.
También sugirió que las
alcaldías trabajen en programas de recuperación de jóvenes que han ingresado a
ese bajo mundo y que, además, realicen labores de prevención.
El común denominador, al igual
de lo que se ve en las noticias policiales de otros países, se puede apreciar
en los recientemente detenidos. La tipología es la misma, los gestos y
actitudes posturales son similares, la cantidad de tatuajes con las
palabras mara Salvatrucha en diversas partes de sus cuerpos
son idénticas. El hablar y el gesticular con las manos, son los
reconocidos en Centro América, Estados Unidos y ahora en Perú.
“Esta banda asume el rol o el
nombre de mara Salvatrucha, para infundir temor, terror, en el resto de las
bandas que pululan aquí en el Callao. Nosotros hemos encontrado una relación
muy cercana, no una coordinación organizada, pero es la misma política, mismo
modus operandi, los mismos modelos negativos. La mayoría de los integrantes son
menores de edad y tienen cinco homicidios en su haber. Son sanguinarios, han
sido intervenidos con armas de fuego y el resto de la pandilla ha sido
identificada. La policía hace todos los esfuerzos para capturar al resto”, dijo
un agente de la policía.
Las autoridades peruanas
indicaron que, con la captura de las maras Salvatruchas, se suman 43 las
organizaciones criminales desarticuladas en lo que va del 2012. Fuente: Carlos
Chumás/fuente LIVDUCA Dato que a al terminar de leer este artículo sin duda habrá variado.
Las pandillas criminales
callejeras han evolucionado hasta el punto de crear amenaza a la seguridad
pública y privada tanto en vecindarios, áreas metropolitanas, naciones y en las
zonas fronterizas. Mientras que las pandillas callejeras son generalmente
vistas como preocupaciones criminales menores con grados variantes de
sofisticación y alcance, algunas pandillas han evolucionado o se han
transformado en entidades potencialmente más peligrosas. En muchas ciudades
alrededor del mundo, especialmente en las zonas pobres carentes de leyes y con
gobiernos débiles, la inseguridad e inestabilidad dominan a los grupos armados
organizados: las maras, gangas o pandillas son las que reinan.
Un reciente reporte refleja a
700 pandillas en el Perú, y aproximadamente 30.000 pandilleros entre las edades
de 7 a 36 años. Se ha establecido que el distrito de San Borja (barrio
residencial) registra una fuerte presencia de pandillas. La contraparte es el
distrito de Comas, en el cono norte, donde existen 40 pandillas.
Las pandillas aparecieron de
manera incipiente, hace 20 años en territorio peruano, actualmente se estima en
alrededor de 700 pandillas en Lima (Los Olivos 34 pandillas, San Juan de
Lurigancho 54 pandillas, Chorrillos 85 pandillas, Villa María del Triunfo 50
pandillas, San Juan de Lurigancho 45 pandillas, ellos son los distritos con
mayor concentración de pandilleros) existen núcleos pandilleriles aislados en
zonas periféricas, asimismo, circulan aproximadamente 15.000 pandilleros entre
las edad de 9 a 36 años, tan solo entre Lima y Callao. Son menores de edad,
cada vez más jóvenes para eludir la penalización de sus delitos. Hoy son
cooptados también a través de Internet, las redes sociales como facebook twitter,
tuenty, skipe, you tube, Instagram, Tik Tok, etc. Una de sus principales formas de comunicación es el whastsapp.
En lo que va del año, la
policía peruana logró desarticular 43 pandillas juveniles. Hay que admitir
que las bandas delictivas han desbordado el control policial; estos grupos
cuentan con armas, explosivos, vehículos y se valen de una serie de argucias
para burlar a la justicia. Las fuerzas del orden padecen de grandes
deficiencias en infraestructura, equipamiento y capacidad de operación. Nadie
puede hacerse a un lado porque la delincuencia nos acecha a todos y hay que
apoyar a las fuerzas de seguridad por la labor que realiza en contra de la
inseguridad ciudadana. Si bien son los directos responsables de elaborar un
plan de protección al ciudadano, que integre la participación de todos quienes
habitan las ciudades, no deben descuidarse la zona central ni los barrios
periféricos con la responsabilidad bien delineada y compartida para prevenir la
inseguridad ciudadana que está aterrorizando al país. Al terminar de leer este
artículo, se habrán creado más pandillas y se habrán desarticulado total o
parcialmente otras tantas.
Corresponde a las autoridades
tomar cartas en el asunto para evitar la proliferación y fortalecimiento de
este flagelo que amenaza a Perú y a países aledaños. No echemos la culpa a la
pobreza, abandono, descuido etc., preguntémonos ¿por qué a estos menores de
edad les resulta tan fácil obtener drogas y armas tanto de fuego como
punzocortantes? Imitadores o no, su presencia se siente y se expande.
* Ivette Durán
Calderón
*Jurista, escritora e
investigadora jurídico social; autora de “Maras, pandillas, bandas y tribus
urbanas, la otra cara de la juventud violenta”, “El rol de la mujer dentro de
las pandillas y delincuencia organizada” y “Cuando el crimen lo organizan
ellas”
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